Lluvia en los zapatos

Llovía a mares y tu me acercaste para que la lluvia no me tocase. Estaba empapada porque el techo que nos cubría era mínimo. Intentábamos fundirnos pero solo conseguíamos atrapar más agua entre nuestros cuerpos. Después de probar a que sabíamos, el coche apareció y de un salto ya nos situamos en los asientos traseros. En pocos minutos ya habíamos llegado, en el coche solo recuerdo que miraba el retrovisor porque nos miraban y eso era divertido.
Subimos por las escaleras, y cada peldaño era infinito, pero de golpe la puerta, que anunciaba la llegada a la cima. Una vez dentro fuimos dejando pequeñas pistas de ropa que luego ya recuperaríamos. Al final descubrir un colchón diferente y una luz roja que me guiñaba el ojo, que tu dirías que es la play y yo intentando no prestarte atención para no perder el ritmo.
Puedo decir que fueron más de tres horas, pero el no dormir en todo la noche me equivoca en las sumas. Al final llegar a casa, al colchón donde conozco cada rincón, y caer inconsciente en el sueño que por la mañana ya no recordaría.

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